En "La
institución imaginaria de la sociedad" inicia Castoriadis un sorprendente giro
para el pensamiento occidental, al cual pone en cuestión y ante el cual propone otros
modos de pensar lo pensable. La inclusión del psicoanálisis en su pensamiento no
solamente no es accidental, arbitraria o gratuita, sino que implica una torsión del modo
de pensar al ser, a la sociedad, a la filosofía, a la ciencia ... y al psicoanálisis
mismo. Podemos sostener sin temor a equivocarnos, que el psicoanálisis a partir de
Castoriadis toma una significación claramente diferenciada de la que tuvo previamente.
Podemos resaltar su concepción de
la imaginación radical, la estratificación de la psique en
distintas fases, la modalidad magmática de la misma, y la propuesta que hace
para considerar la cuestión de la sublimación.
Por otra parte, su concepción del psicoanálisis como actividad práctico-poiética.
Para Castoriadis la psique está defuncionalizada, ya que predomina el placer
de representación sobre el de órgano. La Psique nada tiene que ver con una topología o
con el álgebra, sino con la lógica de los
magmas. Hay tanto repetición como creación. La primera representación surge - ex
nihilo - en la primera fase del psiquismo, la de la mónada psíquica, gracias a que la psique es
uno de los lugares de expresión de la imaginación radical, la cual tiene por
característica la de hacer surgir representaciones. No es esta representación un reflejo
del mundo, es creación. En el momento monádico, la psique se
autorrepresenta, ES el mundo, al cual desconoce, pero de cuyos efectos - que
vendrán desde su ser biológico y desde el otro - no conseguirá escapar. Estas presiones
producirán su ruptura, y la emergencia de un afuera - donde lo malo quedará alojado - y
un adentro. Es la fase triádica, en la cual la
fantasía empezará a ocupar un lugar preponderante, desalojando a la alucinación que
reinaba en el momento monádico. El poder omnipotente de la mónada es
proyectado en la madre, que deviene omnipotente, dueña del poder de significación. El
ingreso de la figura paterna - cuestión predominante en la cultura occidental, pero no
fatal - desalojará a la figura de la madre que aliena al infans, la cual será depuesta
de su poder. Pero para que esta destitución tenga lugar, Castoriadis insiste en que
primero debe poder autodestituirse, de lo contrario toda la operación de socialización
fracasará. La fase del individuo social implica
que el sujeto considera al padre como padre entre otros, y que ha incorporado la significación imaginaria de la
sociedad. Al primer trabajo que la sociedad impone a la psique - la ruptura de la mónada
- se habrá agregado el segundo: la represión. Abierto el proceso identificatorio,
el mismo se desarrollará en las distintas instituciones que se ofrecen como apoyo del
mismo y transmiten las significaciones de la sociedad, que darán por resultado la
producción de un tipo antropológico que
le es necesario para su reproducción.
Este proceso de socialización
implica la capacidad de la psique de sublimar, es decir, de transformar el objeto y los
fines de sus pulsiones. Es aquí donde Castoriadis produce un concepto amplio de la sublimación - para el ya la misma habla implica
sublimar - y enraizado en la sociedad de un modo insospechado: la sociedad provee los
objetos valorados para que la misma se produzca. Psique y sociedad son así íntimamente
solidarios, inseparables e irreductibles. La psique se socializa en la medida en que
incorpora el magma de significaciones imaginarias sociales, y la sociedad
sobrevive gracias a esa incorporación, al mismo tiempo que debe incorporar las nuevas
significaciones creadas por el colectivo - a veces por algún sujeto como Freud, Marx,
Galileo, los filósofos griegos, etc. -. Como momento diferenciado del que denomina individuo
social, propone Castoriadis el del sujeto reflexivo
y autónomo: consciente de estar alienado, pone en cuestionamiento las significaciones
imaginarias sociales. En este punto, la mirada sobre la práctica del psicoanálisis
se hace indispensable.
El psicoanálisis es definido como
una actividad práctico-poiética, cuya finalidad es que el sujeto pueda
conectarse con sus deseos y no los reprima, y que tome conocimiento de sus
determinaciones. El dispositivo analítico no puede ser separado de los fines: la
liberación de la imaginación radical,
que el yo, como encarnación de la institución de la sociedad, impide
habitualmente. Así es como Castoriadis sostiene que el encuentro con el yo en el
análisis es de algún modo el encuentro con la institución imaginaria de la sociedad.
Coherente con su idea de que toda alienación debe ser erradicada, propone que el
dispositivo se ajuste a las reglas establecidas por Freud, remarcando el tiempo fijo de la
sesión - una de las medidas para contrarrestar el enorme poder que el dispositivo arroja
sobre el analista - y la regla de la asociación libre, que ya es un principio de
liberación de la imaginación radical. El fin del análisis, si es conseguido,
no debe considerarse más que un proceso y no un estado alcanzado de modo definitivo. No
se propone el análisis la eliminación de una instancia en favor de otra - "Donde
ello era yo debe advenir" - sino alterar la relación entre instancias - "Donde
yo era ello debe advenir también".
Pero no se agota en esto el trabajo
de Castoriadis en relación al psicoanálisis. Piensa que este puede hacer aportes
significativos al pensamiento sobre la sociedad y la política, en la medida en que pueda
hacer aportes a una antropología en general y a una antropología política en
particular. En ese sentido, si bien es crítico con aspectos del análisis que Freud
realizó de la cultura y la sociedad, reconoce que su aporte más valioso, y de algún
modo indispensable, es la poderosa luz que arroja sobre aquellas tendencias de la psique
sobre las cuales se apoya la socialización de lo sujetos. En ese sentido es fundamental
tomar en consideración la introyección de las imagos parentales que dan origen a los ideales
y al superyó. El mito de Tótem y Tabú debe ser recentrado no tanto en la
muerte del padre y las prohibiciones - que por si solas no instituyen nada - sino en el
pacto fraterno de autolimitación. El Tótem surge como garante imaginario de la
institución, y de allí se deriva la totemización, que es equivalente a
alienación. La noción de ley, tanto como la de lo simbólico tienden a borrar a la
sociedad instituyente, dejando solo a la vista a la instituida. Este es uno de los puntos
de la feroz, lúcida e implacable crítica que Castoriadis tuvo para con Lacan y su
movimiento, rescatando sólo algunos aspectos de los primeros seminarios de éste.
El psicoanálisis - en tanto y en
cuanto mantenga su mirada crítica sobre la cultura y la sociedad - si alguna peste posee
es la del cuestionamiento de las significaciones imaginarias sociales, tarea
inaugurada por Freud, en su referencia a la sexualidad infantil, la pulsión de muerte, el
complejo edípico, etc. . Cuando el psicoanálisis ignora esa dimensión del conjunto,
corre el riesgo de transformarse en un tratamiento adaptacionista.
Hasta el final de su vida
Castoriadis se dedicó al psicoanálisis, en su seminario y en su práctica como analista,
conferencista, escritor, etc. |